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Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Heridas que ahogan el alma
No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso.
Heridas que ahogan el alma


Los golpes de la vida dejan heridas. Algunas, gracias a Dios, cicatrizan con cierta velocidad. Otras tardan en cerrarse. Otras siguen abiertas por semanas, meses, incluso años.

Las heridas del corazón tienen un comportamiento parecido. Una ofensa, una traición, un desengaño, un fracaso, pueden hacernos daño durante un tiempo breve, pero sin dejar grandes huellas en la propia vida. Otras veces tardan más tiempo, pero al final cicatrizan. Pero existen heridas del alma que sangran durante un tiempo largo, muy largo, casi asfixiante.

Esas heridas ahogan el corazón y lo sumergen en depresiones intensas, en miedos que aturden, en odios que destruyen, en sospechas hacia todos y hacia todo, en desesperanza, en agonía interior.

Es casi imposible evitar los malos momentos, los golpes fuertes en el camino de la vida. Pero es importante saber afrontarlos con un corazón sano y con un realismo sereno. Sobre todo, con la esperanza puesta en Dios.

En el mundo no todos son buenos, pero tampoco todos son malos. No todas mis decisiones llevan a buenos resultados, pero no todas están condenadas al fracaso. Entre mis amigos no todos son fieles y sinceros, pero gracias a Dios no son todos traidores y miserables.

Las heridas forman parte de la vida, constituyen un ingrediente inevitable entre quienes emprenden un camino. A veces, porque uno mismo es torpe y no supo prever dónde estaba el peligro. Otras veces, porque los otros, con o sin culpa, obstruyen nuestra vida, provocan heridas en el cuerpo o en el alma, cortan nuestros mejores sueños o también (gracias a Dios) impiden que llevemos a cabo planes absurdos.

No puedo permitir que esas heridas paralicen mi alma. Tengo entre mis manos mil horizontes que se harán realidad si empiezo a dar un nuevo paso. Hay ojos y corazones amigos que piden, que suplican, que me levante de mi pena, que deje mis angustias, que supera ofensas, que pida perdón a Dios y a quien he dañado de algún modo, que ponga en marcha mi inteligencia y mi voluntad para conquistar metas buenas.

PARA TÍ



«Mucho te ama Jesús cuando te envía tales pruebas -escribía Santa Teresita del Niño Jesús- A quien ama más, da más pruebas, y a quien ama menos, le da menos». Yo te digo, amigo enfermo, ¿a quién ha amado y ama Dios más que a Jesús? Pues a él le dio el mayor sufrimiento que persona humana padecerá sobre la tierra, pues le hizo «varón de dolores».

¿Qué opinaba la misma Santa sobre el dolor y el sufrimiento?: «Con el dolor se salvan muchas almas. Se salvan más almas con el dolor que con los más brillantes sermones»... «Mientras más intenso es el dolor y menos se muestra a los ojos de las criaturas, tanto más os hace sonreir, oh Dios mío». «Los sufrimientos nos vuelven más buenos e indulgentes con los demás, porque el sufrimiento nos acerca más a Dios». Una de las ventajas del sufrimiento con amor es que madura a la persona y la capacita para comprender a los demás. El sufrimiento es, de hecho, el gran altavoz del que se suele servir Dios para dejarse sentir como Padre. «Al enfrentarme con la perfección he visto que para llegar a ser santo era necesario sufrir mucho». Tanto en salud como en enfermedad esta es la voluntad de Dios: nuestra santificación.

Mejor es sufrir por Dios que hacer milagros. Para hacer milagros quizás no se necesite un amor tan puro como para ofrecer a diario, a Dios, una enfermedad, que nos es misteriosa. Tienes que aprender a padecer. También el padecer es un arte y como todo arte tiene sus leyes de aprendizaje. No debes sufrir mucho, sino saber sufrir. De esta manera sufrirás menos y mejor. He aquí las tres claves para aprender el arte del padecer o sufrir: sufrir con paciencia, con oración y con amor por Jesús. Si puedes sufrir en silencio y con amor, grande será tu perfección. Pero tampoco exageres. También es humano y cristiano comunicar amablemente la intensidad del sufrimiento.

Que tu enfermedad o sufrimiento no te hagan perder la calma, la paz. Para ello ten presente el papel que Dios ha asignado al sufrimiento, después que su Hijo predilecto lo tomó sobre sí: ser instrumento certero de redención y santificación individual y eclesial. Tú eres discípulo de Jesús si tomas tu cruz, tu enfermedad y le sigues, si con tu cruz diaria también sigues redimiendo al mundo. Cristo tiene muchos que quieren trabajar por Él, pero pocos que quieren sufrir por Él y con Él.ovocado alguna herida en este camino misterioso del existir humana, lluvia de bendiciones

Orar por lo difuntos
Angel Moreno



Consuela a los que creen

Orar por los difuntos presta consuelo a quienes los recuerdan con amor, porque es una forma de entrar en contacto con los seres queridos desaparecidos, y de mantener una relación viva y compañera.

Al orar por los seres queridos difuntos, y por todos los que han muerto, se recibe el consuelo que concede el ejercicio de la misericordia, de la obra buena, del bien hecho. Si un vaso de agua dado con fe no quedará sin recompensa, orar por los fieles difuntos es una idea piadosa y santa que revierte en consuelo espiritual para quienes lo hacen.

Alienta la esperanza

En el despojo que se sufre por la pérdida de seres queridos, recordarlos en la oración aviva la esperanza sobre la continuidad de su existencia.

Los seres difuntos no han quedado reducidos al recuerdo religioso, sino que rezar por ellos demuestra que viven de otra manera. La oración pone de manifiesto que confiamos en que les pueda valer nuestro gesto piadoso si necesitaran una purificación.


Expresa caridad y comunión

Si el amor se autentifica por la gratuidad con que se da, la oración por los difuntos está remecida de amor porque se ofrece sin tener la compensación de la presencia física de la persona recordada, en pura fe.

Por la oración litúrgica se entra en el espacio de comunión con los seres espirituales y terrenos. En la liturgia es posible la comunión con los santos, con los seres invisibles, y es un tiempo para entrar en contacto sacramental con quienes nos han precedido en la fe.


Ayuda a los que han muerto

La oración por los difuntos no es un placebo para los que quedamos en este mundo, como si con ella nos justificáramos o pretendiéramos consolarnos espiritualmente.

La Iglesia ha mantenido desde siempre la práctica de los sufragios, porque cree en la comunión de los santos, en que las acciones buenas benefician a los demás, a los vivos y a los difuntos. La limosna y la oración se ofrecen en favor de los que nos han precedido.


Concede sabiduría

Recordar a los seres que han muerto con el gesto magnánimo de la oración por ellos es una manera de tener presente la mortalidad, la fragilidad humana, que se está de paso en este mundo, la temporalidad de lo terreno, pensamientos que conceden sabiduría.

Es de sabios vivir sabiendo que la representación de este mundo pasa, que nada material es permanente ni estable. Estos pensamientos ayudan a tratar las cosas en su justa medida y a plantear la existencia desde la perspectiva escatológica.


Crea lazos de amistad

Con frecuencia quienes pierden algún ser querido acude a los amigos para desahogar el alma, a la vez que los más próximos aseguran sus oraciones y afecto a quienes sufren el dolor del despojo, a veces dramático, de algún familiar.

Prometer que se reza por quienes han muerto a sus familiares crea lazos de amistad y agradecimiento. Es el mejor regalo que se puede hacer desde la fe a los que en la desolación, sienten el desgarro de separarse de los que aman.


Profetiza la resurrección futura

Sería inútil y ridículo rezar por los difuntos si no se creyera en la resurrección. La oración por ellos es un acto de fe en que viven y en que un día nos encontraremos de nuevo, de forma y manera que no conocemos, pero que estamos seguros de que sucederá.

Jesucristo resucitado nos garantiza nuestra propia resurrección. Los santos, cuando los invocamos como intercesores, responden a nuestras plegarias, demuestran la vida que sigue a la muerte y nos confirman en la fe de la Iglesia que profesa la resurrección de la carne y la vida eterna.

ahora recemos juntos por ellos

Señor Jesús,
que eres Dios y conoces todas las cosas,
que eres hombre y has vivido tu propia muerte en la cruz;
tú que lloraste la ausencia de un amigo,
a quien amabas entrañablemente,
comprendes hoy el dolor de nuestra comunidad
- de cada uno de nosotros -
ante la muerte de nuestro hermano N....
Nos conforta tu presencia y tu testimonio
y nos ilumina tu palabra, que es palabra de vida,
de esperanza cierta en la resurrección.
Tú eres la resurrección y la vida:
el que cree en Ti, aunque haya muerto vivirá.
Nuestro hermano N ...... creyó en Ti
y sabemos que cumplirás en él tu promesa,
no por lo que él hizo sino por lo que Tú eres,
no por sus méritos sino por tu misericordia.
También nosotros creemos en Ti, Señor.
Tu Pascua nos permite preguntar
el gozo de nuestra propia pascua.
Haz que mientras permanecemos en este mundo,
sepamos ser como el grano de trigo
que cae en tierra y muere para dar fruto abundante:
el fruto de la vida, que eres Tú, Cristo resucitado,
profecía y testimonio del hombre nuevo.
Te lo pedimos confiadamente
por intercesión de María, Madre nuestra Amén.





Historia de unas manos



Me contaron hace unos días la historia de un niño sincero y atrevido. Un buen día Oscar, en un arrebato de honestidad le dijo a su madre: "Mamá, eres hermosa...". La madre no pudo menos que enternecerse y sonreír dulcemente. Pero el hijo, pasados unos segundos, añadió: "pero tus manos son tan feas..."

Pocos días después Oscar conocería la historia de esas manos: Hace tiempo dormía profundamente un niño. De pronto se encendió el mosquitero de la cuna y las llamas amenazaron la vida del bebé. La sirvienta corrió despavorida, mas la madre heroica y decidida, dominó el fuego a manotazos, salvando de las llamas a su hijo. Y sus manos del color de armiño quedaron sin piedad carbonizadas. Cuando al final las vendas le quitaron, sus manos por el fuego deformadas le quedaron.

El pequeño escuchaba a su padre sin pestañear. Cuando terminó el relato, Oscar, con lágrimas en los ojos, corrió hacia su madre, y le dijo entre sollozos: "No hay manos cual las tuyas en el mundo, madre".

¿Cuántas historias semejantes permanecen ocultas? Sin embargo nunca faltarán niños o adultos atrevidos, sin pelos en la lengua. Por ello cada día leemos o escuchamos comentarios y críticas de todos los gustos y colores. Detestamos las manos feas, o el comportamiento de fulanito o menganita.

Oscar nunca más se quejará antes de conocer los motivos de tal o cual acontecimiento. Esta pequeña historia podría enseñarnos a desterrar de nuestra vida el famoso: piensa mal y acertarás.

¡Con cuánta facilidad se derrama por doquier el veneno de la difamación y calumnia! Y en muchas ocasiones sin fundamento o seguridad alguna. Después llegan los lloriqueos, las quejas y excusas: yo pensaba, había leído, me parecía que.... Pero ya es tarde. El veneno mortal de la crítica ha corroído y destruido la fama del prójimo. Todos le apuntan con el dedo. Le cierran el paso o le desprecian.

Ojalá se agradeciera y premiara con más frecuencia a tantos y tantos héroes desconocidos como la madre de Oscar. La historia suele dejar en el tintero a estos héroes. ¡Cuántas sorpresas nos llevaríamos! Se descubrirían las hazañas y méritos de muchas personas que han sido blanco continuo de nuestras críticas.






La devoción al Espíritu Santo es de las más excelsas y preciosas entre todas las que puede practicar el cristiano. Él es Dios, es el Santificador. Él ha de alumbrarnos, vivificarnos, guiarnos, fortalecernos, abrasarnos con el fuego del amor divino. Él nos hace santos apóstoles.




La devoción al Espíritu Santo




Consagración al Espíritu Santo

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.



ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA PARA PEDIR ALGUNA GRACIA AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh María, Hija humildísima del Padre, Madre Purísima del Hijo, Esposa amadísima del Espíritu Santo! Yo te amo y te ofrezco todo mi ser para que lo bendigas. Madre admirable, Consuelo del que llora, Abogada dulcísima de los pecadores, ten piedad de todos aquellos a quienes amo; y por tu Inmaculado Corazón, Sagrario de la Santísima Trinidad, Asiento de tu poder, Trono de Sabiduría y Piélago de bondad, alcánzanos que el Espíritu Santo forme en nuestro corazón un nido en que repose para siempre,

Alcánzame lo que con todo el fervor de mi alma te pido, por los merecimientos de Jesús y los tuyos, si es para gloria de la Trinidad Santísima y bien de mi alma, ¡Virgen Santa, Esposa del Espiritu Santo, acuérdate de que eres mi Madre! Amén.



ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortificame, consuélame, dime qué debo hacer, ordéname.

Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.



SIETE VENTAJAS PRECIOSAS PARA EL QUE PROPAGA LA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO

1ª Se crea un lazo de amor entre nuestra alma y la Tercera Persona de la Santísima Trinidad
2ª Un aumento notable de todas nuestras devociones, especialmente a la Sagrada Eucaristía, al Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen.
3ª Una seguridad de recibir en el alma más inspiraciones del Espíritu Santo y la fuerza para ponerlas en práctica.
4ª Procurar de una manera excelente la gloria de Dios, trabajando cada día en hacer conocer y amar al Santificador de las almas.
5ª Trabajar muy especialmente por el advenimiento del reinado de Dios en el mundo, por la acción del Espíritu vivificante.
6ª Ser verdadera y prácticamente apóstol del Espíritu Santo
7ª Atraer sobre el alma auxilios espirituales del Espíritu Santo, más íntima unión con Dios por medio del Santificador, mayor progreso en la oración mental, más consuelo y hasta alegría en la hora de la muerte, después de tan sublime apostolado.

El invocar a menudo al Espíritu Santo es prenda segura de acierto en las situaciones variadas de nuestra vida.



CONSAGRACIÓN DE LA "OBRA DEL ESPÍRITU SANTO"

¡Oh Amor, centro y vida de la Trinidad Espíritu Santo!, ven a mí con tus dones y con tu Amor;me consagro totalmente a Ti para que obres en mí tu "Misterio de AMOR", el que empezaste a realizar el día de mi bautismo y que ahora quiero renovar en cada instante de mi vida.

Que tu gracia acompañe siempre todas mis acciones y las transforme en ofrenda permanente para gloria del Padre y bien de todos los hombres mis hermanos. Amen.




Reflexión: Creo en el Espíritu Santo

Creo en la tercera Persona de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo ha sido llamado por algunos autores "el gran desconocido". Porque, realmente, sabemos que es la tercera persona de la Santísima Trinidad, pero apenas sí lo tratamos.

Es preciso que nosotros, como cristianos, intentemos penetrar en el Misterio de Dios y sepamos agradecerle su ayuda amorosa y constante, debemos atenderlo en el fondo de nuestro corazón, y saber responderle con nuestro amor y nuestras obras a todas las inspiraciones y mociones que de él recibimos.

Hay una tradición en la antigüedad en la que se llama al Espíritu Santo "el Confortador". Y, realmente, en la práctica, ese nombre y otros muchos pueden aplicarse al Espíritu Santo.

Porque él nos conforta y nos consuela, nos da fortaleza para resistir la tentación. Nos ayuda y nos guía en el camino hacia Dios.

También la palabra Paráclito se refiere al Abogado, el que nos defiende ante los tribunales. Es quien puede rogar e interceder por nosotros. Quien nos defiende en la lucha contra el enemigo; quien nos inspira y nos enseña en el camino de la vida interior.

Pero realmente la palabra Paráclito significa "el amigo en la necesidad". Ya en los escritos de San Pablo vemos que no se limitaba a pensar que el Espíritu Santo ayudaría a defenderse ante los tribunales, sino que precisa: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables " (Rom 8, 26).

Es algo maravilloso ser conscientes de esto: el Espíritu ayuda a nuestra debilidad Si ayuda, ¿por qué no nos confiamos a él? Si ayuda, ¿por qué no le pedimos? Si ayuda, ¿por qué no descansamos en él, en vez de querer sacar fuerzas de nuestros medios humanos?

Los medios humanos no son despreciables, sino imprescindibles para todo. Pero tienen una medida, un peso, un contenido.

No podemos creernos superpotentes; no podemos creer que somos capaces de resolver y entender todo, lo divino y lo humano. No podemos pensar que la oración, el trato con Dios se realiza sólo a base de esfuerzo personal: es preciso ponerlo, ¡claro que sí!, pero conscientes de que, sin la ayuda del Espíritu Santo, nada podemos.

Y, si lo invocamos, si creemos en él y en su ayuda, tenemos que pensar en el Espíritu Santo que reza "en nosotros".

Es tan grande el misterio, que quizás nosotros sólo lo recordamos como algo extraordinario: las lenguas de fuego en el Cenáculo; los Apóstoles, entendiéndose en diversas lenguas; la frase evangélica en que se dice que no se preparen para defenderse, que ya el Espíritu pondrá palabras en sus labios...

Todo esto fue así, y es real. Pero también es real que ahora tenemos la atención directa del Espíritu Santo.

Cuando nos confirmamos nosotros, o cuando asistimos a la ceremonia de una confirmación, el Don que allí recibe quien se confirma es el mismo que recibieron los apóstoles en el cenáculo, en Pentecostés. Aunque no se vea ni se note nada, ¡es, existe, vive! Y nosotros hemos de recibirlo creyendo, valorando lo que es tener al Espíritu Santo a nuestro lado.

Somos templos del Espíritu Santo, se nos dice al parecer, no nos enteramos. Y de esto debe deducirse nuestra dignidad de hijos de Dios, el respeto a nuestro cuerpo y al cuerpo de los demás, el valor inmenso de saber que no estamos solos.

Al Espíritu Santo debemos invocarlo, rezarle, creer en él de una forma real y auténtica. No quiere decir esto que nos olvidemos de lo que tenemos que hacer como personas y seres racionales.

Rezar es lo primero. Esperarlo todo de él, también. Estar seguros, por fe, de su ayuda, también. Y luego.... no tirarnos por un precipicio, fiados del Espíritu Santo, ni acometer una empresa para la que no estamos humanamente preparados; ni "tentar a Dios " o pecar de soberbia, esperando y exigiendo milagros.

Los milagros se dan, hoy como ayer. El Espíritu Santo actúa hoy, como ayer, aunque no oigamos "el viento impetuoso" ni veamos "lenguas de fuego".

Pero nuestra fe, firme y segura, debe ir creciendo a base de pedirla, porque es un Don de Dios; y a base de acogerla y desarrollarla, con amor

Reflexión de Ángeles Linares

Los 7 dones del Espíritu Santo son:

Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios



ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la abundacia de tus dones.

Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.

Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y belleza de la verdad cristiana.

Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme, perseverar y salvarme.

Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la fe y en el camino de salvación.

Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, entre lo falso y lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo y del pecado.

Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa devoción y sea misericordioso con el prójimo.

Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no quebrantarlos lo más mínimo.

Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda mi vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al menos con mi ejemplo, la sublimidad de vuestra doctrina, la bondad de vuestros preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.



NOVENA AL ESPÍRITU SANTO

Instrucciones:

1.- Cada día se reza el acto de consagración al Espíritu Santo que se indica a continuación:

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

2.- Después, cada día se reza la Oración por los 7 dones del Espíritu Santo

Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas, el Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad, el Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo, el Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación, el Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos, el Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable, y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.

PRIMER DÍA

¡Espíritu Santo! ¡Señor de Luz! ¡Danos, desde tu clara altura celestial, tu puro radiante esplendor!


El Espíritu Santo
Sólo una cosa es importante: la salvación eterna. Por lo tanto, sólo una cosa hay que temer: el pecado. El pecado es el resultado de la ignorancia, debilidad e indiferencia. El Espíritu Santo es el Espíritu de Luz, de Fuerza y de Amor. Con sus siete dones ilumina la mente, fortalece la voluntad, e inflama el corazón con el amor de Dios. Para asegurarnos la salvación debemos invocar al Divino Espíritu diariamente, porque “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros” (Rom 8,26).



Oración

Omnipotente y eterno Dios, que has condescendido para regenerarnos con el agua y el Espíritu Santo, y nos has dado el perdón de todos los pecados, permite enviar del cielo sobre nosotros los siete dones de tu Espíritu, el Espíritu de Sabiduría y de Entendimiento, el Espíritu de Consejo y de Fortaleza, el Espíritu de Conocimiento y de Piedad, y llénanos con el Espíritu del Santo Temor. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



SEGUNDO DÍA

¡Ven, Padre de los pobres. Ven, tesoros que sostienes. Ven, Luz de todo lo que vive!



El don del Temor

El don del Santo Temor de Dios nos llena con un soberano respeto por Dios, y nos hace que a nada temamos más que a ofenderlo por el pecado. Es un temor que se eleva, no desde el pensamiento del infierno, sino del sentimiento de reverencia y filial sumisión a nuestro Padre Celestial. Es el temor principio de sabiduría, que nos aparta de los placeres mundanos que podrían de algún modo separarnos de Dios. “Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su presencia se humillan” (Ecl 2,17).



Oración

¡Ven, Oh bendito Espíritu de Santo Temor, penetra en lo más íntimo de mi corazón, que te tenga, mi Señor y Dios, ante mi rostro para siempre, ayúdame a huir de todas las cosas que te puedan ofender y hazme merecedor ante los ojos puros de tu Divina Majestad en el Cielo, donde Tú vives y reinas en unidad de la siempre Bendita Trinidad, Dios en el mundo que no tiene fin. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



TERCER DÍA

Tú, de todos los consoladores el mejor, visitando el corazón turbado, da la gracia de la placentera paz.



El don de Piedad

El don de Piedad suscita en nuestros corazones una filial afección por Dios como nuestro amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y respetar a las personas y cosas a Él consagradas, así como aquellos que están envestidos con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su cabeza visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes. Quien está lleno del don de Piedad no encuentra la práctica de la religión como deber pesado sino como deleitante servicio. Donde hay amor no hay trabajo.



Oración

Ven, Oh Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón. Enciende dentro mío tal amor por Dios que encuentre satisfacción sólo en su servicio, y por amor a Él me someta amorosamente a toda legítima autoridad. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



CUARTO DÍA

Tú, en la fatiga dulce alivio, refresco placentero en el calor, solaz en medio de la miseria.



El don de Fortaleza

Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de toda una vida. “El que persevere hasta el fin, ese se salvará”(Mt 24,13).



Oración

Ven, Oh Espíritu de Fortaleza, alza mi alma en tiempo de turbación y adversidad, sostiene mis esfuerzos de santidad, fortalece mi debilidad, dame valor contra todos los asaltos de mis enemigos, que nunca sea yo confundido y me separe de Ti, Oh mi Dios y mi máximo Bien. Amén

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



QUINTO DÍA

¡Luz inmortal! ¡Divina Luz! ¡Visita estos corazones tuyos y llena nuestro más íntimo ser!



El don del Conocimiento

El don del Conocimiento permite al alma darle a las cosas creadas su verdadero valor en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la simulación de las creaturas, revela su vacuidad y hace notar sus verdaderos propósitos como instrumentos al servicio de Dios. Nos muestra el cuidado amoroso de Dios aún en la adversidad, y nos lleva a glorificarlo en cada circunstancia de la vida. Guiados por su luz damos prioridad a las cosas que deben tenerla y apreciamos la amistad de Dios por encima de todo. “El conocimiento es fuente de vida para aquel que lo posee” (Prov 16,22).



Oración

Ven, Oh Bendito Espíritu de Conocimiento, y concédeme que pueda percibir la voluntad del Padre; muéstrame la nulidad de las cosas de la tierra, que tenga idea de su vanidad y las use sólo para tu gloria y mi propia salvación, siempre por encima de ellas mirándote a Ti y tus premios eternos. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



SEXTO DÍA

Si tu apartas tu gracia, nada puro permanecerá en el hombre, todo lo que es bueno se volverá enfermo.



El don del Entendimiento

El Entendimiento, como don del Santo Espíritu, nos ayuda a aferrar el significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las conocemos, pero por el entendimiento aprendemos a apreciarlas y a apetecerlas. Nos permite penetrar el profundo significado de las verdades reveladas y, a través de ellas, avivar la novedad de la vida. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva e inspira un modo de vida que da elocuente testimonio de la fe que hay en nosotros. Comenzamos a “caminar dignos de Dios en todas las cosas complaciendo y creciendo en el conocimiento de Dios”.



Oración

Ven, Oh Espíritu de Entendimiento, e ilumina nuestras mentes, que podamos conocer y creer en todos los misterios de la salvación, y que por fin podamos merecer ver la eterna luz en la Luz, y en la luz de la gloria tener una clara visión de Ti y del Padre y del Hijo. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



SÉPTIMO DÍA

Sana nuestras heridas, renueva nuestra fuerza. En nuestra aridez derrama tu rocío. Lava las manchas de la culpa.



El don de Consejo

El don de Consejo dota al alma de prudencia sobrenatural, permitiéndole juzgar con prontitud y correctamente qué debe hacer, especialmente en circunstancias difíciles. El Consejo aplica los principios dados por el Conocimiento y el Entendimiento a los innumerables casos concretos que confrontamos en el curso de nuestras diarias obligaciones en tanto padres, docentes, servidores públicos y ciudadanos cristianos. El Consejo es sentido común sobrenatural, un tesoro invalorable en el tema de la salvación. “Y por encima de todo esto, suplica al Altísimo para que enderece tu camino en la verdad” (Ecl 37,15).



Oración

Ven, Oh Espíritu de Consejo, ayúdame y guíame en todos mis caminos para que siempre haga tu Santa Voluntad. Inclina mi corazón a aquello que es bueno, apártame de todo lo que es malo y dirígeme por el sendero recto de tus Mandamientos a la meta de la vida eterna que yo anhelo. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



OCTAVO DÍA

Dobla la voluntad y el corazón obstinado, funde lo que está helado, calienta lo que está frío. Guía los pasos que se han desviado!



El don de Sabiduría

Abarcando a todos los otros dones, como la caridad abraza a todas las otras virtudes, la Sabiduría es el más perfecto de los dones. De la Sabiduría está escrito: “todo lo bueno vino a mí con Ella, y riquezas innumerables me llegaron a través de sus manos”. Es el don de la Sabiduría el que fortalece nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la práctica de la virtud en el más alto grado. La Sabiduría ilumina la mente para discernir y apreciar las cosas de Dios, ante las cuales los gozos de la tierra pierden su sabor, mientras la Cruz de Cristo produce una divina dulzura, de acuerdo a las palabras del Salvador: “Toma tu cruz y sígueme, porque mi yugo es dulce y mi carga ligera”.



Oración

Ven, Oh Espíritu de Sabiduría y revela a mi alma los misterios de las cosas celestiales, su enorme grandeza, poder y belleza. Enséñame a amarlas sobre todo y por encima de todos los gozos pasajeros y las satisfacciones de la tierra. Ayúdame a conseguirlas y a poseerlas para siempre. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



NOVENO DÍA

Tú, en aquellos que siempre más te confiesan y te adoran, en tus siete dones, desciende. Dales alivio en la muerte. Dales vida Contigo en las alturas. Dale los gozos que no tienen fin. Amén.



Los frutos del Espíritu Santo

Los dones del Espíritu Santo perfeccionan las virtudes sobrenaturales al permitirnos practicarlas con mayor docilidad a la divina inspiración. A medida que crecemos en el conocimiento y en el amor de Dios, bajo la dirección del Santo Espíritu, nuestro servicio se torna más sincero y generoso y la práctica de las virtudes más perfecta. Tales actos de virtudes dejan el corazón lleno de alegría y consolación y son conocidos como frutos del Espíritu Santo. Estos frutos, a su vez, hacen la práctica de las virtudes más activa y se vuelven un poderoso incentivo para esfuerzos aún mayores en el servicio de Dios.



Oración

Ven, Oh Divino Espíritu, llena mi corazón con tus frutos celestiales: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Que nunca esté yo cansado en el servicio de Dios sino que, por continua y fiel sumisión a tu inspiración, merezca estar eternamente unido Contigo, en el amor del Padre y del Hijo. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)






Las cuatro velas




Cuatro Velas se estaban consumiendo lentamente

El ambiente estaba tan silencioso que se podía oír el diálogo entre ellas.

La primera dijo:

-¡Yo Soy la Paz! A pesar de mi Luz, las personas no consiguen mantenerme encendida.
Y disminuyendo su llama, se apagó totalmente.


La segunda dijo:

-¡Yo me llamo Fe! Infelizmente soy superflua para las personas, porque ellas no quieren saber de Dios, por eso no tiene sentido continuar quemándome.
Al terminar sus palabras, un viento se abatió sobre ella, y esta se apagó.


En voz baja y triste la tercera vela se manifestó:

¡Yo Soy el Amor! No tengo mas fuerzas que quemar. Las personas me dejan de lado porque solo consiguen manifestarme para ellas mismas; se olvidan hasta de aquéllos que están a su alrededor.
Y también se apagó.


De repente entró una niña y vio las tres velas apagadas.
-¿Qué es esto? Ustedes deben estar encendidas y consumirse hasta el final.

Entonces la cuarta vela, habló:
-No tengas miedo, niña, en cuanto yo esté encendida, podemos encender las otras velas.


Entonces la niña tomó la vela de la Esperanza y encendió nuevamente las que estaban apagadas.


¡Que la vela de la Esperanza nunca se apague dentro de nosotros!








LUZ PARA EL CAMINO



Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.

En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.

Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...

Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...

- No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás...¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

¡Qué hermoso sería sí todos ilumináramos los caminos de los demás












Dios te Bendiga







La bendición invoca el apoyo activo de Dios para el bienestar de la
persona, habla del agradecimiento, confiere prosperidad y felicidad en
la persona que recibe buenos deseos de nuestra parte.

La bendición comienza en el hogar, en las relaciones de padres e hijos.

Los niños que reciben el regalo de la bendición

de parte de sus padres, tienen un buen
comienzo espiritual y emocional en la vida.
Reciben un firme fundamento

de amor y aceptación.

Este principio también se aplica
a la íntima relación de pareja.

Las amistades se profundizan y fortalecen,

la hermandad de las Iglesias se Incrementa,
trayendo compañerismo, sanidad y esperanza

a muchos que nunca han
recibido una palabra de bendición.

El poder de la vida y la muerte

está en la Palabra.

Al bendecir, se otorga vida,

no sólo al que recibe la bendición,

sino también al que la da.

Por eso, hoy te bendigo,

mi bendición va para ti,

porque al bendecirte de todo corazón,

me bendigo a mí mismo.

Reparte bendiciones donde vayas, no sólo de palabras, sino de hechos.

Ellas volverán a ti,
cuando menos lo esperes.

En general, la persona que vive en la
presencia de Dios, amándole y obedeciéndole, goza de la bendición
divina siempre.

Un Abrazo y que 'Dios te Bendiga..