martes, 28 de febrero de 2012

EL CUERPO ORANTE



EL CUERPO ORANTE

Dentro de los rasgos de la oración de Jesús está la relevancia del cuerpo. No es que Jesús nos enseñara mucho sobre ello, pero desde su encarnación se hizo plenamente posible “tocar a Dios” con nuestras manos. Ya lo decía Juan en su primera carta (1Jn. 1.1): lo que hemos visto y oído y hemos tocado con nuestras manos acerca del Hijo de Dios... eso es lo que vamos a predicar. Desde que Jesús se hace carne, y se hace cuerpo, el acceso a Dios únicamente es ya posible a través del suyo y a través de nuestro propio cuerpo. Por tanto, en la medida que haga intervenir más mi cuerpo en la oración, estaré con mayor disposición de conectarme con Él. Y esto sin mencionar que la máxima presencia de se mismo Jesús está, sobre todo, en el contacto –afectivo y efectivo- con los cuerpos adoloridos de las personas que están en desventaja y que padecen cualquier sufrimiento.
Son muy numerosos los contactos físicos de Jesús con las personas que se le van presentando. Quien se aproxima a Él, más que sólo hablar con Jesús, es tocado por Él (Mt. 8,3; Mc. 1,41) o es la persona que se siente en suficiente confianza como para tocarlo también (Mt. 9,21): Jesús toca la mano, toca la cabeza, mete sus dedos en las orejas, (Lc. 22,51) toca los ojos (Jn. 9,6) toca a los enfermos y toca los muertos (Lc. 8,49) –con el escándalo que significaba para la mentalidad judía puesto que los cadáveres eran “impuros”-. Por su parte, una mujer pecadora, unge y besa fervientemente los pies de Jesús con un perfume carísimo de nardo (Jn. 12,3). Otra que tenía flujo de sangre toca la orilla de su vestido (Lc. 8,43). En la última cena, su amigo íntimo está recostado en el pecho de Jesús (Jn. 13,25). Las mujeres prepararon su cuerpo para su sepultura. A Magdalena el mismo Jesús le pide que deje ya de tocarlo (Jn. 20,17). Invita a Tomás a meter sus dedos en sus llagas y en el costado de su cuerpo ya resucitado (Jn. 20,28).
Todos estos textos, no dejan duda de que para Jesús, el cuerpo y el contacto con él era fundamental en la relación consigo mismo y en el encuentro con Dios. Sólo pensemos en que la Eucaristía nos deja su cuerpo y su sangre para alimentarnos....

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